Desde nuestra última referencia geográfica de ayer, donde habitan los Indios Apaches en las Montañas Blancas de Arizona, nuestra ruta se encamina hacia el Sur llegando hasta la ciudad fronteriza mexicana de Agua Prieta, donde nos desviamos hacia el Este, cada vez más cerca del corazón mundial de las cactáceas que no es otro que el Estado Mexicano de Chihuahua, que da nombre a uno de los desiertos más grandes del mundo, el Desierto de Chihuahua, repartido entre dos estados de Estados Unidos (Texas y Arizonas) y cuatro estados de México (Sonora, Chihuahua, Coahuila y Zacatecas), que al tener un clima menos árido y severo permite el desarrollo de una mayor biodiversidad de especies de cactáceas.
El Estado de Chihuahua es el más grande de México y de los menos densamente poblados, allí la vida no es fácil, la aridez del clima, los numerosos barrancos, las ramblas serpenteantes y la tierra pedregosa dificultan el desarrollo de las poblaciones, aunque no de las muchísimas especies de cactáceas y suculentas. Según un estudio de la Universidad de Chihuahua de 2010 «de los 256 taxones (194 especies y 62 variedades) de cactáceas existentes en el desierto chihuahuense (Powell y Weeding 2004), Chihuahua sobresale con 145 taxones, un 57%, más de la mitad entre especies y variedades de todo este gran desierto sólo se encuentran en el estado de Chihuahua, y un 16% de esas especies son raras, y amenazadas».
Los motivos de amenazas y desaparición de más de un 20% en la actualidad de tantísimas especies, en gran medida por la minería a gran escala y por la construcción de proyectos industriales y de comunicaciones, y por el arranque para su venta a viveros o coleccionistas, debido todo esto a la falta de valoración de estos frágiles territorios y de sus especies.
Una de esas familias que sufren estas agresiones son los Ariocarpus o Peyote cimarron, pequeños cactus sin apenas espinas, son tan raros y lentos en su crecimiento que se les conoce, (al igual que a los lithops) como rocas vivientes, su hábitat va desde Texas hasta la mitad centro este de México. Se conocen hasta 12 especies y numerosas hibridaciones, al crecer entre las piedras, fisuras o semienterrados, su presencia se delata únicamente cuando florecen.
Su mantenimiento no es complicado, siempre y cuando el sustrato sea poroso y con más de un 60% de inorgánico. La germinación de sus semillas tampoco es muy complicada y cada vez hay más aficionados que lo intentan y consiguen.