Día 6.- El inesperado encuentro con Phileas Fogg
De Bríndisi a El Cairo
Aún es de noche cuando nos ponemos en pie, la noche es oscura y el cielo nos muestra un espectáculo de estrellas fugaces como no habíamos visto nunca, la contaminación lumínica es muy baja en este lugar, la vía láctea se desnuda ante nosotros con un brillo y una elegancia difíciles de describir, ¿de verdad es así el cielo, o aún estamos sumidos en un hermoso sueño? Poco a poco, las luces del alba empiezan a apagar cada estrella, encendiendo montes, ríos, árboles, cumbres rocosas que parecen imposibles de alcanzar. El espectáculo de semejante paisaje nos encoje el corazón, la inmensidad, la pureza. Los Apeninos nos muestran su estado más salvaje. Tenemos que continuar nuestro viaje, no nos podemos entretener y recorremos un largo camino hasta la ciudad de Bríndisi, para tomar nuestro barco hacia El Cairo. Bríndisi es una ciudad costera a orillas del mar adriático, nos dirigimos al puerto, ya que nuestro barco zarpa en media hora y no tenemos tiempo para visitar la ciudad. Entramos a una cafetería antes de embarcar, ¡cómo nos habría gustado ver su puerto y sus calles en la época de Julio Verne, 150 años atrás, con sus pequeñas casas de pescadores, sus buques a vapor y sus calles empedradas!. Al salir ya con el estómago lleno todo cobró otra forma, otro color, pero… ¿cómo? un carruaje de caballos cruza por delante de nosotros, se detiene y bajan de él un caballero muy elegante con traje de chaqueta y bobín, a su lado otro señor, llevando unas ligeras maletas de mano, se dirigen al puerto. Nos llaman tanto la atención por sus formas y su vestimenta que no podemos evitar preguntarles adónde se diregen, y con un tono muy agradable y acento francés nos dice el que porta el equipaje; «vamos a coger El Mongolia dirección a Bombay, no tenemos tiempo que perder, mi señor tiene que dar la vuelta al mundo en 80 días». No puede ser, tenemos ante nosotros al mismísimo Phileas Fogg y a su criado Passepartout, estamos a punto de embarcar con ellos. El señor Fogg nos invita a acompañarles a bordo al decirle que nosotros también embarcaremos en el mismo buque. «Éste es un barco a vapor de hierro, a hélice y de 2.800 toneladas, uno de los más rápidos de la compañía, por eso viajamos en él» nos dice el señor Fogg muy sereno. Una vez a bordo, nos cuenta cada paso a seguir para llegar puntual a Londres en un máximo de 80 días, todo está minuciosamente calculado y meditado, los horarios, transportes, la organización es fantástica. El Señor Fogg es un señor muy serio, meticuloso, de una cultura y una educació impecables, todo un caballero, elegante, discreto, disciplinado, nos deja exaustos con cada palabra. De repente, mira su reloj de bolsillo, como si una alarma hubiera sonado en su cabeza «disculpen, es la hora de la cena, ha sido un placer». Y sin más nos deja allí con la boca abierta, sin saber qué decir ni qué pensar.
El SS Mongolia – uno de los buques de mayor y más rápido de la Pacific Mail Steamship Company. Imagen de 1912.
El puerto de Brindisi, Italia, 1880-1890.