Los árboles tienen un sistema muy inteligente de funcionar que les ha permitido sobrevivir a toda clase de desastres ambientales y seguir evolucionando durante millones de años, una de sus principales y primarias reglas se basa en la compensación. Reciben transforman y aportan, no emiten residuos sino recursos aprovechables para innumerables especies que más tarde transformarán en nutrientes para ellos mismos.
Las imágenes nos muestran un clarísimo ejemplo de ello.
Hace unos años tuvimos la ocasión de trabajar en el saneamiento de ramas secas y tronchadas del monumental olmo de Nuevo Baztán, gran árbol varias veces centenario que crece en este municipio madrileño. Durante muchos años se le estuvo desmochando y con el paso de los siglos su madera interna, al ir descomponiéndose dio lugar a un tronco totalmente hueco, por el que pudimos acceder a través de las oquedades producidas por las antiguas ramas desmochadas.
Estar dentro de un árbol es sin duda una de las mayores experiencias que he tenido a lo largo de mi carrera profesional. El silencio, la temperatura y la humedad permanente te llenan de paz y tranquilidad, nada del ruido exterior penetraba en la enorme cavidad arbórea.
El anciano hacía años que se había desprendido de sus largas ramas y raíces y había entrado en un proceso llamado atrincheramiento. Por la edad o por problemas ambientales, los árboles se desprenden de las raíces o ramas demasiado largas que requieren más energía para mantenerse que lo que aportan a su estructura principal. Empiezan a brotar pequeñas pero numerosas ramillas por el interior de las ramas primarias y secundarias y las raíces se van nutriendo de la descomposición del tronco principal conforme este se va descomponiendo. Vida muy longeva y sana gracias a la compensación de sus recursos.
Atrincherarse para volver a crecer y no romperse en mil pedazos por querer mantener aquello que nos consume más que nos aporta. Quitarle peso a la vida y aprovechar las antiguas experiencias como nutrientes de una nueva estructura.
Gracias a José Antonio Corral Gamez por ayudar en los trabajos, a mi hija Eva Martínez Guill por el gran reportaje que realizó y, por supuesto a Susana Domínguez Lerena por confiar en nuestra profesionalidad arbórea.